domingo, 3 de octubre de 2010

Amor de juventud - Daisaku Ikeda

Para la gente joven, es tan natural enamorarse como lo es para las plantas florecer en primavera. Y sin embargo, los sin sabores y dolores provocados por el amor son innumerables.

Aunque considero que cada uno es libre de enamorarse o de sentirse atraído por alguien, y que nadie tiene derecho a inmiscuirse en sus asuntos privados, siento que es importante que no pierdan de vista su propio desarrollo personal por ese motivo. Por supuesto, no hay reglas en el amor o en el matrimonio, y nadie puede restringir a los demás de ninguna manera. Pero me apena ver que los jóvenes se involucran en relaciones fútiles y superficiales, que luego solo les provocan dolor y angustia, cuando tendrían que sentirse felices y plenamente satisfechos.

Mi mentor en la vida, el señor Toda (1), con frecuencia afirmaba que cuando una mujer actuaba con dignidad en sus relaciones, podían evitar muchos problemas. Las mujeres, decía, no debían actuar despreocupadamente ni tomar el amor a la ligera, pues, a la larga, eso solo les acarreaba lamentaciones y sufrimientos.

Si bien lo que escribo está destinado a las jóvenes, gran parte de lo que digo se aplica también a los muchachos.

En mi opinión, el amor debería ser la fuerza que nos ayude a expandir nuestra vida, que haga brotar nuestro potencial con fresca vitalidad. Esa sería la situación ideal. Sin embargo, lo que suele ocurrir es que al enamorarse, las personas pierden la objetividad.

Habría que hacerse entonces algunas preguntas: "¿Esta persona me estimula a trabajar con más ahínco o me distrae de lo que tengo que hacer? ¿Su presencia me permite dedicar más energía a mis actividades y me ayuda a mejorar como persona? ¿Es alguien que me inspira a luchar para hacer realidad mis metas futuras? ¿O es una luz cegadora que opaca todo lo demás?".

Si por causa de una relación comienzan a descuidar sus obligaciones y a perder de vista el rumbo que se han trazado en la vida, me temo que se encuentran mal encaminadas. Una relación sana, desde mi punto de vista, es aquella en que ambos se brindan aliento mutuo para alcanzar sus respectivos objetivos, al tiempo que comparten los mismos anhelos y sueños. Una relación debe ser motivo de inspiración, vitalidad y esperanza.

En lugar de permitir que el amor las subyugue de tal manera, que las lleve a construir un mundo donde nadie más tiene cabida, donde solo existen ustedes dos, es mucho más sano que cada uno aprenda de los aspectos que admira y respeta del otro, y que ambos continúen haciendo esfuerzos por mejorar y desarrollarse. Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), autor de El principito, escribió: "Amar no significa mirarse el uno al otro, sino dirigir la mirada hacia una misma dirección". (2)

Sé que gran parte de nuestra vida cotidiana tiende a volverse rutinaria y poco estimulante; y que realizar esfuerzos sostenidos para mejorar puede resultar toda una prueba. Entonces, cuando se enamoran, la vida de pronto les parece algo lleno de drama y de emoción, que las hace sentir protagonistas de una novela. Sin embargo, si se entregan totalmente al sentimiento amoroso solo porque se aburren o porque no encuentran su camino en la vida, el amor no será otra cosa que un escape. Espero que no sucumban ante la idea de que ese sentimiento lo es todo y el final de todo, ni caigan en el engaño de que, mientras estén enamoradas, nada más importa en este mundo.

Cuando alguien usa el amor como escape, la euforia, definitivamente, le durará poco. En rigor, se topará con más problemas y deberá enfrentar numerosos momentos de dolor y de tristeza. Por mucho que lo intente, no logrará huir de sí mismo. Si ustedes son débiles en su interior, el sufrimiento las perseguirá dondequiera que vayan. Nunca encontrarán la felicidad si no cambian desde lo profundo de su vida. La felicidad no es algo que otra persona, ni siquiera el ser amado, puede otorgarles. Ustedes tienen que ser las artífices de su propia dicha. Y la única manera de lograrlo es desarrollar su carácter y sus aptitudes, para manifestar al máximo su auténtico potencial. Si sacrifican su crecimiento y su capacidad en nombre del amor, jamás encontrarán la felicidad.

Sé que ahora puedo parecer un padre estricto, pero digo todo esto solo por el bien de ustedes, especialmente de las jovencitas, que con frecuencia se muestran demasiado vulnerables a la persuasión de los muchachos. El embeleso les impide pensar con claridad y, en consecuencia, les cuesta enormemente tomar decisiones serenas y racionales. Puesto que son las jóvenes las que más a menudo resultan heridas, estas tienen como nadie el derecho de hacer valer su dignidad y de proteger su propio bienestar. Por esa razón, me parece de suma importancia que ellas desarrollen la fuerza interior y el respeto por sí mismas.

Buscar constantemente la aprobación de los demás es algo que atenta contra la propia dignidad. Si dentro de una relación sentimental no se las trata como ustedes sienten que se merecen, espero que tengan la valentía y la altura de decidir que es mejor arriesgarse a estar solas por un tiempo que mantener una relación que las hace desdichadas.

El amor verdadero no implica dos personas que se aferran la una a la otra; todo lo contrario: solo puede nutrirse y crecer entre dos seres humanos fuertes, seguros de su individualidad. Alguien superficial solo podrá entablar relaciones superficiales. Si desean experimentar una relación de amor realmente genuina, lo más importante, antes que nada, es que desarrollen una sólida identidad. El amor verdadero no yace en hacer lo que el otro desea que uno haga, o en aparentar ser alguien que uno no es. El amor ideal se desarrolla y crece solo entre dos personas sinceras, maduras e independientes.

Nota bibliográfica:
(1) Josei Toda, segundo presidente de la Soka Gakkai
(2) SAINT-EXUPÉRY, Antoine de: Wind, Sand and Stars (Viento, arena y estrellas), trad. al ingles por Lewis Galantiére, San Diego, Harcourt, Brace & Company, 1939, pág. 215. Traducción indirecta.

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